-Me duelen los pies. Me duelen los pies. Me duelen los pies. ¿Os había dicho ya que…
-¡¡QUE TE DUELEN TUS PUTOS PIES!!- me gritaron antes de que pudiera acabar la frase.
-Eso.. ya os lo había dicho ¿no? =P.
-No, que va, es que somos adivinas – respondió sarcástica Lissa.
-Ya sabía yo que mis niñas eran listas, si es queeeee..
-Cállate Jess por favor te lo pido-suplicó Andrea.
-Es que me abuuuuurro y la maleta pesa-susurré pesarosa.
-Es que sólo a ti se te ocurre traer una maleta para un día , y eso que vives aquí..-dijo Lissa mientras nos indicaba que el semáforo estaba en verde.
-Es que no sabía que iba a necesitar-dije justificándome-además, con el pelo corto que llevo ahora, como lo tengo rizado, parezco una coliflor y me abulta la cabeza y no puedo permitir que me vean así.
-Joder, pero las planchas no ocupan tanto ¿no?- Andrea, me miraba con cara de “¿y de verdad eres la mayor de las tres? Pobre..”
-Es que no sólo llevo las planchas-comenté-también tengo ropa interior, y el champú, gel, maquillaje, mucha ropa y otras deportivas.
-Estás enferma-susurró Andrea.
-Oye! Eso es mío!-le reproché.
-Lo sé, por eso lo he dicho
-¬¬’ sabes que te odio ¿no?.
-Si Jess sí, lo que tu digas..
Lissa puso los ojos en blanco y mientras seguía andando hacia nuestro destino, un hotel “super chachi” (dios, me encanta esta expresión xDD) en pleno centro de la ciudad.
-Joder, ¿como han cambiado de nivel no?-exclamó Andrea nada más llegar a la acera de enfrente del magnífico hotel.
Era enorme, lógicamente, y, de todas las veces que había estado allí ya, estaba segura que esta sería la mejor, esta vez sería la que hiciera que volviera a creer en algo, esta vez todo saldría bien, al menos eso esperaba, por que joder, me había mirado un tuerto en los últimos dos años.
La verdad es que cuando Lissa llamó tres días antes de venir para acá y dijo que este sitio sería donde se hospedarían, no me gustó un pelo. Mi traicionera mente abrió compuertas en mi cabeza que yo creí que estaban cerradas y eso me deprimió bastante. Recuerdo que, mientras hablaba con la recepcionista del hotel cuando llamé para hacer la reserva, no pude evitar que lágrimas gruesas y silenciosas se deslizaran por mi rostro al recordar el tiempo pasado tan feo que pasé allí, pero también me acuerdo de que al segundo las sequé; no iba a permitir que, por que ellos fueran unos capullos y me lo hicieran pasar tan mal tantas veces, se me fuera esta oportunidad, por eso estaba allí, de nuevo, pero con las ideas y las esperanzas más claras que nunca, con una ilusión en el corazón que esperaba que no me destruyeran por cuarta vez.
-No. Ellos son buenos. Ellos no hacen esas cosas-susurré para mi misma-claro que los otros la primera vez también fueron buenos. Oh, Dios, soy una pesimista.
-¿Qué?-dijo Liss volteando la cabeza para mirarme.
-Nada nada, estaba pensando en alto.. solo eso-y desvié la mirada a la maleta que agarraba con la mano izquierda.
-¿Aún sigues pensando en eso?-preguntó Andrea mientras nos deteníamos ante el semáforo.
-No lo puedo evitar, encima estos se hospedan aquí también, ¿es que no hay más hoteles de lujo en toda la puñetera ciudad?-exclamé mirando la fachada que teníamos delante.
-Tienes que dejar de pensar en eso, esta vez será la mejor de todas, te lo prometo-dijo Lissa acariciándome el brazo.
-Ya, claro, igual que te prometí yo que iba a ver a los Jonastros para mandarte un autógrafo pero todo se fue a la mierda ¿no?-comencé a ponerme roja de rabia. Noté cómo se me llenaban los ojos de lágrimas.
“No. No voy a permitirme llorar ahora, después de todo, he demostrado ser fuerte” pensé.
-¡Joder Jess ya vale! No todo siempre sale mal, de hecho, ¿Qué pasó cuando viste a los capullos por primera vez?-inquirió Andrea.
-Fue el momento más feliz de mi vida hasta ese momento-contesté mirando al hotel de nuevo.
-¿Ves? Pues eso. Las primeras veces siempre son las buenas ¿o no Liss?-dijo mirándola.
-No nos podemos quejar ninguna. TODAS nuestras primeras veces en cuanto a estas fricadas siempre han sido geniales-se giró para mirarme-¿o no te acuerdas de lo que nos contó Andrea cuando fue a Manchester? Fue perfecto ¿por qué? Porque era la primera vez. Así que saca ánimo de donde quieras pero sácalo, y vamos para allá, que parecemos lerdas aquí media hora, se nos ha ido el semáforo tres veces.
Nos subimos las tres la cremallera de la cazadora y nos preparamos para cruzar.
¡Qué frío coño!-susurró Andrea.
Mientras nosotras dábamos lentos y decididos pasos hacia la puerta del hotel, una enorme furgoneta de color plateado se paraba en la esquina, en esa esquina donde dos años antes me había tirado al suelo a llorar desesperada.
“Genial, nos toca compartir hotel con los guiris del imserso, estupendo” pensé sarcástica.
Una voz gritando me despertó de mis maldiciones a los viejos que seguían metidos en la furgoneta.
-¡¡MIERDA!!
Al momento me di la vuelta y ví a Lissa luchando por sacar una de las ruedas de su maleta de una alcantarilla.
-¡Ayudarme jo!-suplicó con ojos de corderito.
-Espera voy. Andrea, ten mi maleta anda-dije mientras le alcanzaba el asa de esta y ella lo agarraba.
Me agaché para sacar la rueda de donde estaba atrapada mientras Lissa tiraba de la maleta para arriba pero daba igual, no salía.
Al fin desistimos las dos.
-Espera, tengo una idea. Voy a pedir a algún tío de los que van con los viejos de esa furgo que nos ayude a sacarla, esperar aquí-dije mientras me acercaba al enorme bicho con ruedas que trasladaba a los viejitos por toda la cuidad.
Pero no.
Dios no quiso que en la furgo esa viajaran los viejos.
Dios quiso que se me hiciera el culo pesicola antes de llegar siquiera a decir nada al conductor.
Dios quiso que me cayera al suelo al ver quien había en la furgoneta.
El mundo comenzó a dar vuelta más y más deprisa mientras yo me quedé pasmada mirando a mis seis personajes de Star Wars favoritos salir de aquel bicho enorme son cristales tintados.
Había olvidado para lo que había ido allí. No podía articular palabra. Mi garganta no emitía ningún sonido. Me quedé con la boca abierta, flipando como una niña cuando ve a Mikey Mouse en Disneyland.
-Oye, chica, ¿te encuentras bien?-preguntó uno de ellos-Juri, yo creo que a esta le ha dao un chungo o algo.
-Sí tío, está muy pálida-contestó el rubio.
-Lo mismo le ha dado una bajada de azúcar. Linke, ¿tienes un caramelo?
-¿Eh?
-Que si tienes un caramelo, un chicle o algo con azúcar para la chavala esta-dijo Frank mientras se quedaba mirando a las chicas-Juri agárrala y siéntala ahí, que esas parecen sus acompañantes-dijo mientras iba hacia ellas.
En mi inconsciencia sentada en el bordillo de la calle y bajo mis ojos nublados pude distinguir a los seis chicos. También fui consciente de la cara de Liss cuando Frank se acercó a ellas, pálida como el mármol, y seguro que estaba fría. Siempre se pone fría cuando está nerviosa.
Exactamente no sé que fue lo que les dijo, que, a continuación de blancas se tornaron de color rojo poco a poco.
Se acercaron las chicas acompañadas de Frank hacia donde me encontraba yo, con Juri y Timo abanicándome con un clinex.
-¿Pero que has hecho? ¿Qué te pasa? ¡Hay madre, que se nos muere!-dijo Andrea angustiada.
-Morirse no creo, está empezando a recuperar el color-dijo David tocándome la frente-y ya no está tan fría. ¿Hey, estás mejor?
-Yo no la tocaría demasiado-soltó Liss.
-¿Y eso por qué? ¿Tiene lepra, sida o algo?-preguntó Linke extrañado.
-Por que se ha puesto así al veros salir de la furgoneta-respondió Andrea.
-Anda coño-exclamó Jan como si de pronto todas sus conclusiones encajaran de golpe, oseasé que estáis aquí por..-comenzó.
-Vosotros, si-Lissa terminó la frase.
-Joder que mal rollo tío-susurró Timo.
Sus compañeros le miraron.
-¿Qué? no mola que a la gente le den bajones de tensión cuando estamos cerca.
-También es verdad-corroboró Juri.
Mientras conversaban, yo comencé a levantarme lentamente.
“Joder. No me puedo creer que me haya pasado a mí esto”.
-Churri, ¿estás en tus cabales?-preguntó Lissa.
-¿Eh? Ah, sí, más o menos.
Ya de pie les sonreí uno a uno.
-Gracias.
-Nada hombre, para eso estamos-dijo Jan.
-Bueno, ya que casi te mueres por nuestra culpa, ¿podemos hacer algo por vosotras?-dijo David.
Nos miramos las tres.
-Hombre, para ser sinceros..-comenzó Andrea.
-¿Qué?
-Sí que hay algo que podríais hacer pos nosotras-continuó Lissa.
-¿El qué? Haber que vais a pedir, que podemos negarnos ¿eh?-dijo Juri.
-Bah, no creo que os neguéis, no es para tanto-dije.
-Pero ¿el qué?-dijo Timo irritado.
-Fotos, videos, autógrafos, para recordar este momento toda la vida-contestó Andrea.
-Ya me dio miedo lo que ibais a decir. Joder, si sólo queréis eso, vamos a ello ¿no?-Jan, suspirando, sacoó un rotulador de la mochila.
Unos treinta minutos estuvimos hasta que acabamos las fotos y nos despedimos.
-Espero que nos veamos de nuevo, y que no te dé un chungo otra vez-dijo guiñándome el ojo Linke.
Soltamos una carcajada.
Inmediatamente, cogieron sus cosas y entraron en el hotel.
-Bueno, creo que lo mejor que podemos hacer ahora es cancelar la reserva de la habitación ¿no?-dijo Andrea viendo como desaparecían en el ascensor.
-Yo creo que sí-apoyó Lissa.
Y eso hicimos.
…….
Despierto sobresaltada y, cuando me recompongo, no puedo evitar echar una mirada a las cuatro paredes de mi dormitorio.
Creo que, al fin y al cabo, no todo es tan malo, que siempre hay un punto positivo en el que pensar, aunque te cueste recomponer las heridas de dentro, siempre, siempre pasa algo bueno que te ayuda a no decaer.
Y aunque mil veces te estrelles contra el mismo muro de piedra, llega un momento en que un rayo lo parte, aunque sólo sea una grieta, pero poco a poco, se irá haciendo más grande y, lo que antes parecía imposible, de repente está ahí, delante de tus narices, aunque no te quieras dar cuenta hasta el final.
Me doy la vuelta y, sonriente, vuelvo a quedarme dormida imaginando que todo aquello será realidad alguna vez.
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