-¿Qué quieres que haga? ¿Qué mienta? Lo siento, pero no es mi estilo.
-O sea, que la culpa es mía ¿no? – replicó él.
-Claro que no, yo también he sido una cerda, es cierto, pero lo que estás haciendo no me daña a mí, te daña a ti, te estás mintiendo a ti mismo.
La cara de él delataba culpabilidad y terror.
-Yo no puedo evitar que te sientas así, tienes que ser sincero y no ocultar lo que sientes, por mucho que te digan – reprochó ella.
-Me da miedo – susurra intranquilo.
-Yo estaré a tu lado, como siempre, no te preocupes por nada – dijo ella, acariciándole el brazo lentamente.
-¿Sabes? Siempre pensé que estaríamos juntos, que nada nos iba a separar, pero lo he jodido todo – comentó él.
-¿Eres tonto? – dijo indignada – no has jodido nada, simplemente sientes cosas distintas, eso no es malo. Quien lo quiera aceptar, genial, y quien no, puerta; vamos hombre, ni que fuera algo malo – exclamó con énfasis.
-Pero me odiarán…
-¿Y eso que más da? Lo importante es que estés bien contigo mismo, que seas feliz y que no te escondas, eso es lo importante.
-Supongo que para ti es fácil hacer algo así... No es que seas una don nadie, por que para mí lo eres todo, pero no estamos en la misma situación, y lo sabes.
-Sí, es cierto. Lo que yo sienta, y sobre todo, sobre quien lo sienta no le importa a nadie, sin embargo ¿no eres tú una persona, como esas que tienen el valor de juzgarte?, ¿no mereces ser feliz como ellos?, ¿no tienes el mismo derecho a ser fiel a lo que sientes, como el resto de personas que pueblan este mundo?
-Supongo…
-¡Pues ya está! Sal ahí y da la cara, que cuando acabe todo esto, te voy a invitar a cenar.
Se abrazaron.
-Muchas gracias, de verdad – susurró él, apoyando su barbilla en la frente de su amiga.
-No hay de qué – sonrió ella, mirándole.
Y mientras él se marchaba hacia los focos, ella pensó que jamás había estado tan orgullosa de ser su amiga.
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